Recuerdo en el instituto que cuando un nuevo curso comenzaba había siempre dudas y debates sobre que repetidor caería en tu clase. Les había con buena , mala o terrible fama. Por eso mismo siempre era cuestión de estado ese primer día del año, la vuelta a clase.
Existían años en los que había suerte con la elección, pero otros te estrellabas en el draft e irremediablemente te veías sentado en clase, al lado de un proyecto de delincuente juvenil, que fumaba y se amasaba la polla con una regla en la última fila del aula.
Pero como la vida sorpresas tiene y prejuzgar nos lleva al error, te acababas llevando genial con esa persona, echando unas buenas risas cuando era menester y dejándolo los deberes a última hora para que te los copiara una y otra vez.
Fuera del aula vivíamos vidas muy opuestas, mientras mi compañero se iba a fumar porros en el recreo con su pandilla desde los 14 años, yo me pasaba los descansos dando patadas a un balón, unas mas acertadas que otras.
¿A qué viene todo esto?
Pues que esto me recuerda irremediablemente a lo que deben de sentir los compañeros de Diego Costa cuando cuentan con él en su plantilla. Diego tiene cara de chulo de barrio y se pelea con todos los enemigos que salen a tu pase, pero eso si, te lo llevarías al fin del mundo.
Seguramente cuando Diego jugaba en el Rayo, el temor invadió la zaga rojiblanca, pero en cambio ahora, todo es paz, serenidad y como se comprueba en los vídeos de la intimidad del club, muchas risas con ese chico problemático brasileño que no deja de meter goles partido tras partido.
No veo a Koke quedando con Diego Costa fuera del campo para ir de fiesta, porque deduzco por su personalidad, que tengan conceptos diferentes del ocio. Pero en cambio, en el campo se buscan constantemente porque son muy buenos amigos cuando comparten un balón.
Diego contra Diego |
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