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jueves, 27 de junio de 2013

El dificil transito al olvido del "Maracanazo"

26 de Junio de 2013. Corre el minuto 84 del partido de anoche. Estadio del Mineirão. 60.000 personas vestidas con la equipación verde-amarelha, siguen la semifinal de la Copa Confederaciones de la FIFA bajo un silencio sepulcral. Se puede calcular el miedo. En la cabeza de los brasileños no dejan de pasar imágenes en blanco y negro. ¡Ghiggia, Ghiggia, Ghiggia!, retumba en su cabeza y no se puede evitar echar la vista atrás.

Ghiggia
16 de Julio de 1950. Corre el minuto 79. Tras una liguilla entre España, Uruguay, Brasil y Suecia, se disputa el partido final de la Copa Mundial de la FIFA. El partido decisivo se juega en Maracaná, ante 200.000 almas, entre Uruguay y la anfitriona, Brasil. Ghiggia arranca en banda izquierda, supera a Bigode con tremenda elegancia y engaña al portero brasileño Barbosa, que esperaba un tiro cruzado, ejecutando un tiro preciso al primer palo. GOL.
"El silencio después de nuestro gol fue algo terrible. El estadio estaba muerto y pensé: Brasil no va a ganar", Roque Máspoli, portero de Uruguay.

"Fue la primera vez en mi vida que escuché algo que no fuera ruido. Sentí el silencio", Juan Alberto Schiaffino, autor del primer gol uruguayo contra Brasil.
El silencio. Un silencio que hiere más que cualquier bronca. Y tras el silencio, la alegría de un país entero a unos Km de aquel campo, Uruguay había ganado la Copa del Mundo, contra todo pronóstico, en casa del anfitrión y máximo favorito.
"Antes del partido contra Uruguay, debí firmar unos 2.000 autógrafos con la mención Brasil campeón del mundo", Zizinho, volante de la selección brasileña.
"Ustedes, brasileños, que en pocas horas serán aclamados por millones de compatriotas. Ustedes, a los que ya saludo como vencedores", Angelo Pérez, alcalde de Rio de Janeiro, por los altavoces de Maracaná antes del inicio de la final.
Si el concepto presión tuviera que definirse en un momento de la historia futbolística, este partido es el máximo exponente. Nadie esperaba una derrota, ni tan siquiera el empate, si hubieran existido casas de apuestas en aquella época, hubieran retirado las cuotas del partido para evitar pagar un montón de dinero fácil.

Hubo gente que abandono el campo antes del empate uruguayo, con la seguridad  de que Brasil iba a ser campeón, para poder empezar a celebrarlo. Pero cuando volvieron a ver la recogida de la copa, sólo vieron camisetas celestes en la grada. Hubo gente que no pudo superarlo e incluso se contabilizaron varios suicidios. Una tragedia completa, ni guionizada por el más cizañero guionista de Hollywood.
Pero ayer, mas de 60 años después, Cavani estuvo apunto de convertirse en el Ghiggia del siglo XXI. Pero erró en una gran jugada por banda de Luis Suarez (de las pocas veces que pudo encarar por banda). Era inevitable, pese a que la ocasión no fue de una claridad espectacular, durante unos segundos, el silencio total se apodero de Belo Horizonte. Se pudo escuchar cómo se helaron 60000 corazones a la vez.

Pero la historia está para reescribirla constantemente, y pocos minutos después del error de Cavani, Paulinho, en uno de los muchos errores que tuvo anoche Muslera, sobretodo por alto, introdujo el gol de la venganza, el gol del olvido.

Aunque está claro que la importancia de ambos goles no son ni medibles ni comparables en importancia, un alivio recorrió el corazón de todos los brasileños. Al menos, las crónicas de hoy no se parecerán a las crónicas de 1950:
"Vi a un pueblo con la cabeza baja, con lágrimas en los ojos, sin habla, abandonar el estadio como si volviera del entierro de un padre amadísimo. Vi a un pueblo derrotado, y más que derrotado, sin esperanza", crónica de José Lins do Rego en el diario "Jornal dos Sports" al día siguiente de la final.
Brasil todavía baila en esta copa Confederaciones y a la espera del rival soñado en la final, Brasil vive con gran alegría en su propia copa. Al menos de momento… .

Portada al dia siguiente del "Maracanazo"

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